Placa conmemorativa en honor del personal de salud de la Tierra, en el Rover Perseverance. Credits NASA

La misión a Marte

La historia de la exploración del espacio exterior tuvo hace unos días una noticia extraordinaria: el amartizaje exitoso del rover Perseverance en el cráter Jezero en el hemisferio Norte marciano, un robot con lo más sofisticado de la tecnología actual que le permitirá a la Nasa analizar y tomar muestras del planeta rojo en la búsqueda de rastros microbianos que hablen de vida en un planeta “gemelo” de la Tierra, ampliando las posibilidades de una ciencia llamada Astrobiología y  poniendo los cimientos para una posible misión tripulada más allá de la Luna.

El Perseverance tendrá casi dos años terrestres (un año marciano) para explorar el cráter que según las investigaciones previas pudo tener agua hace aproximadamente 3,5 billones de años, utilizando su brazo de 2,1 mt para taladrar el suelo, tomar fotografías con alguna de sus 23 cámaras (incluyendo varias para hacer “selfies” que permitan revisar la salud y funcionamiento del robot) y recolectar muestras que serán recuperadas para analizar en la tierra en la siguiente misión. También utilizará a Sherloc, Watson y Pixl, algunos de los instrumentos diseñados por un equipo multidisciplinario e internacional que lleva trabajando en este proyecto desde el 2012, y que seguirá en tiempo real la exploración para analizar los millones de datos que irá enviando desde el sofisticado “cerebro” que esté encendido (a propósito, tiene dos cerebros por si uno falla).

Por si fuera poco, el Perseverance también llevó dentro de su equipo al helicóptero “Ingenuity”, primera “nave” teledirigida a esa distancia, que podrá realizar otras exploraciones que aporten información a los científicos de la misión.

Sin duda este proyecto, la tecnología involucrada y los alcances que puede tener, son un paso para la humanidad más allá de la frontera de nuestra atmósfera terrestre; nos inspira para “mirar arriba y afuera” desde el ojo de la ciencia y también nos lleva a realizarnos multitud de preguntas sobre lo que hay más allá de lo que podemos ver, viajando con la imaginación a la velocidad de 20.000 km por hora como el Perseverance. Sin embargo, como tuvo que hacer el rover, llega un momento en el cual necesitamos frenar la velocidad y pasar de los 20.000 km por hora de nuestra imaginación a un mínimo para poder regresar, aterrizar sin daños, y volver a nuestro querido planeta tierra que tiene una realidad diferente, y sobre la cuál también necesitamos hacernos preguntas y explorar para encontrar respuestas y soluciones a más corto plazo que las misiones espaciales.

Earth viewing from space to the Japan and China at night. Credits NASA

Regresando al planeta azul

La realidad de nuestro planeta es que nos encontramos aún en medio de una pandemia, con demasiadas preguntas, y percibiendo que el Covid es sólo una parte del problema. Los mensajes que nos llegan desde diferentes fuentes hablan de calentamiento global, cambios climáticos drásticos, aumento de morbilidad y mortalidad y un sin número de consecuencias del egoísmo y la avaricia humanos, que nos llevarían a una extinción en masa sin precedentes conocidos. No podemos seguir negando la realidad ni tampoco seguir esperando que sean sólo los gobiernos o las organizaciones que tienen poder las que realicen los cambios para que el mundo cambie, porque si cada uno de nosotros hace su parte, es seguro que el mundo cambia.

Es necesario tomar nuestra responsabilidad en lo que sucede, incluyendo el desarrollo de nuestra conciencia en la forma como elegimos a los representantes en los diferentes gobiernos, de manera que sea una elección consciente basada en el mundo que queremos construir y no solamente en las campañas superficiales que nos venden una imagen que no es real basada en intereses comerciales de unos pocos individuos.

Aterrizar es tomar conciencia de los errores que hemos cometido como humanidad y buscar soluciones a corto, mediano y largo plazo, uniéndonos para trabajar en equipos donde cada uno aporte su experiencia, conocimiento y visión del mundo en la búsqueda del bien común, y entre todos se logren misiones que puedan cambiar el destino de las generaciones futuras.

Aterrizar es también cada uno de nosotros respetar los ecosistemas en los que vivimos, cuidar la naturaleza que nos provee de los elementos básicos para nuestra vida entre ellos el oxígeno y el agua, y enfocar esfuerzos en educar a todos para que el resultado sea diferente. No podemos esperar que alimentando el consumismo exagerado, el egoísmo y la avaricia sin límites podamos preservar el planeta azul que todos queremos.

No podemos seguir cerrando los ojos a nuestra realidad, a los miles de especies extintas, las fuentes de agua secas, los bosques desaparecidos, o las alteraciones climáticas producto de la actividad humana. Tenemos aún un planeta azul y verde, pero si seguimos siendo irresponsables, algún día tendremos un planeta rojo, desértico, sin vida y ya no habrá nadie que pueda contar la historia que pueda evitar más catástrofes.

No podemos seguir esperando soluciones mágicas a nuestros problemas, ni creyendo que vendrá alguien más poderoso o con más recursos a solucionarlos, sin tomar responsabilidad por nuestras acciones que van desde la cantidad de agua que usamos cada día, pasando por nuestro manejo de las basuras que producimos y llegando a la forma como nos alimentamos o más importante aún, como tratamos a nuestros semejantes

Aterrizando: Un viaje interior

El bichito que nos obligó a encerrarnos es el más inteligente que ha surgido en mucho tiempo, tanto que va cambiando de disfraz para camuflarse y no ataca a todos por igual, haciendo que las estrategias para manejarlo tengan también que volverse individuales, de acuerdo a los síntomas. Eso sí que nos obliga a “aterrizar” en el terreno interior, a mirar “abajo y adentro” y hacernos muchas preguntas que nos puedan llevar al Autoconocimiento y la Autogestión, pues no siempre podemos depender de un “equipo de científicos” a distancia que exploren nuestro cuerpo y descubran cómo ayudarnos.

¿Por dónde comenzar? Todo empieza por un paso, el de tomar el control de nuestros “instrumentos internos” y usar nuestra voluntad para conocernos y hacer los cambios necesarios para que todo comience a ser diferente.

Necesitamos calibrar nuestra brújula interna para saber dónde estamos, y que pueda guiarnos efectivamente hacia ése lugar en el que somos felices (que constituye nuestro escudo protector) y descubrir cómo podemos ser capaces de dar lo mejor de nosotros en los “equipos de trabajo” de los que formemos parte ( el más importante, nuestra familia) en beneficio de quienes nos rodean y no sólo de nosotros mismos. Ese terreno alrededor puede estar inundado con emociones negativas, haciendo que el ambiente sea difícil de respirar, y tendremos que usar recursos para limpiarlo y oxigenarlo; puede ser desértico y quebradizo por falta de la flexibilidad que proporciona el agua, y tendremos que cavar en nuestro interior para encontrar dónde se interrumpió el río de la vida; puede ser poco fértil para sembrar, y tendremos que trabajarlo con la información que pueda aportar nuevos nutrientes y conseguir semillas de calidad que produzcan pensamientos, ideas y proyectos constructivos que beneficien a  muchos y no sólo a unos pocos.

En algún momento, tendremos que encender nuestra cámara de “selfies” como el Perseverance para revisar cómo está nuestra salud en el sentido amplio del concepto, y darnos cuenta cómo nos ha afectado ese evento que nos obligó a parar repentinamente. Tendremos que ampliar nuestro campo de visión para explorar territorios que podrán ser nuevos y desconocidos, y necesitaremos reparar aquello que no nos deje avanzar en nuestros propósitos de vida.

Será importante también vigilar atentamente nuestros recursos y aprovechar el tiempo que dure nuestro viaje, compartiendo nuestros conocimientos y experiencias con quienes se puedan beneficiar, así como es importante recibir y aprovechar la sabiduría de otros para crecer y ser mejores personas.

De nuestras observaciones surgirá la necesidad de hacer cambios en nuestra vida cotidiana para adaptarnos a las nuevas condiciones del mundo que habitamos, y de la conciencia que desarrollemos acerca de nuestra capacidad de afectar el mundo tendrán que surgir nuestras propias leyes internas que nos permitan hacer un uso consciente, equilibrado y justo de los recursos que tengamos a nuestra disposición.

El viaje más sencillo que podemos hacer, el de todos los días, es el que sucede cuando cerramos los ojos y nos permitimos ver con nuestra cámara interna, escuchar y sentir con nuestros sentidos, esa maravilla que la naturaleza nos ha regalado. Ahí también podemos descubrir dónde se quedó nuestra “agua” interior atrapada para que la “tierra” esté seca en algunos sectores del organismo, dónde existe un exceso de humedad que no hemos podido drenar porque los canales se obstruyeron o porque el “fuego” se apagó o dónde nos falta el “aire” que es el alimento esencial de la vida. Podemos explorar con nuestra “selfie” interior para descubrir qué parte de nuestro organismo no funciona bien y volver a encender las zonas del cerebro que por alguna razón o evento se apagaron, cortando la conexión entre grupos de neuronas y bloqueando la comunicación normal en nuestro sistema nervioso.

La exploración más importante será en nuestro motor, en nuestro corazón, que al conectarlo con nuestra cabeza nos dirá dónde quedó limitado el flujo del amor haciendo que nuestro vehículo no funcione bien o que no se pueda mover libremente.

Nuestra sofisticada tecnología interior no requiere de un equipo a kilómetros de distancia para recibir información o vigilar el funcionamiento, pero cuando lo necesitamos, podemos acudir a expertos que nos ayuden a comprender las cosas que no funcionan bien y nos enseñen cómo autogestionar los inconvenientes o fallas en los mecanismos interiores que nos hacen estar saludables y felices. Para comenzar, sólo necesitamos mover nuestras cámaras y micrófonos hacia adentro, escucharnos, analizarnos con el mismo empeño y cuidado que puede aplicar un científico que sabe que maneja una valiosa tecnología, una que puede utilizarse para grandes cosas si se maneja de la manera adecuada, o que puede ser un gran desperdicio de tiempo y recursos si no la valoramos como se merece.

Nosotros contamos no con dos, sino con varios cerebros que necesitamos aprender a conocer para “encender”, entre ellos el menos conocido, el que existe en el corazón, un complejo sistema que no sólo mantiene nuestro organismo vivo sino que además interactúa con el ambiente para ayudarnos a transformar eso que podemos llamar Consciencia y que se alimenta a partir de experiencias, reflexiones y exploraciones de nuestro espacio interior.

Esa conciencia se activa cuando somos capaces de darnos cuenta que tenemos efectos sobre todo lo que nos rodea, que dejamos huellas en el terreno alrededor nuestro, en espacios, seres vivos, personas y muy importante, en éste hermoso planeta que nos contiene y al que, como humanidad, le estamos fallando tanto.

La exploración interior nos lleva por el camino de la conciencia y del alma, en ella tenemos la oportunidad de adquirir muchas cualidades que nos hacen conquistar cada día nuevos territorios, esos donde la paz y el amor son el oxígeno y el alimento que producimos para conectarnos con la vida y crear vida a nuestro alrededor. El resultado puede hacernos mejores humanos, mejores miembros de los sistemas de los que hagamos parte, y al final, constructores de una humanidad más consciente, generosa y compasiva.

El viaje comienza en el espacio exterior, sigue en el Planeta Tierra y debe continuar en el Ser que somos.

Somos responsables de nuestro propio “Perseverance”, ese que construimos día a día con nuestros pensamientos, emociones, acciones e interacciones, y con el cual podemos unirnos a otras personas en un equipo que trabaje en redes de conciencia para entre todos Construir Un Mundo Mejor hoy y aquí, en nuestro planeta Tierra.

Recordemos el mensaje que nos llega de los científicos de la NASA, y que puede ser infinitamente replicado en los espacios interiores de cada uno de nosotros:

“El equipo espera inspirar al mundo entero y a los futuros exploradores a forjar nuevos caminos y hacer descubrimientos sobre los que la próxima generación pueda construir”. 

Jet Propulsion Laboratory 

Ilustración del Amartizaje del Rover Perseverance. Credits NASA

 

Marcela Salazar G.