Hoy se cumplen 200 años del nacimiento de Florence Nightingale (Florencia, Gran Ducado de Toscana, 12 de mayo de 1820) y ha saltado a los periódicos su gran obra. Lógico, por ser su aniversario se celebra el Día Internacional de la Enfermería; claro, una pandemia mundial nos hace pensar en la salud. Sin embargo dudo que Florence se sintiera realmente entendida si sólo reflexionamos en la enfermería – la dimensión evidente, la innegable-. Quizás ella nos sugeriría que reflexionamos en la salud antes de perderla y consideremos todo lo que la fortalece; entre otras cosas ser fiel a la vocación verdadera. A buen seguro pese a haberse adentrado en las condiciones físicas más infernales, ella querría que la recordáramos por lo sutil, la fuente de su fuerza, la llamada de su alma,  porque diría que lo espiritual en nosotros, es la fuente de nuestra fuerza.

Nació en un palacio Florentino, en el seno de una familia británica y aristocrática. Todo, absolutamente todo apunta a que su vida estaría forjada por la convención. Imaginémoslo por un momento:  ser mujer, en esa época, de condición aristocrática y con origen británico. Nada absolutamente nada en su vida estuvo guiado por la convención. ¿Qué clase de fuerza es necesaria para oponerse a todo y doblegarlo todo? ¿Qué clase de poder interior te sostiene si lo que eliges no es entendido, no es aprobado y adicionalmente a ser considerado un despropósito es visto como imposible? Meditemos en esa fuerza…

Se la educó en literatura, música y danza. Se esperaba que fuera una dama culta y una buena esposa. Ella se enamoró de las matemáticas, la estadística y la enfermería.

Surgieron claro está candidatos que quisieron desposarla y uno que se ganó su amor, lo tenía todo, la aprobación familiar y la química con Florence. ¿Y ella que le respondió a su enamorado? Que no. Si miramos como ella miraba, todo queda claro.

Amó más su llamado interior que complacer a su familia; lo amó más que a sus propios sentimientos en el plano personal. Según parece su respuesta afirmativa a su llamado, movió montañas.

¿Lo vemos en sus palabras? Dios me llamó por la mañana y me preguntó si haría el bien en su nombre sin buscar fama”. Para quien nunca ha escuchado a Dios suena a fantasía, para quien lo ha escuchado suena como lo más lógico del mundo. Para todos, hayamos o no escuchado, lo lógico es medir la fuerza de la respuesta por sus efectos. Los efectos son:

  • Venció la oposición familiar, se fué a Alemania y se formó como enfermera.
  • Franqueó todas las dificultades legales, administrativas y de prejuicio social logrando los permisos para ir al hospital más cercano al frente durante la Guerra de Crimea.
  • Formo a un grupo de enfermeras y las inspiró para que la acompañaran.
  • Se sobrepuso al rechazo frontal del oficial al mando del hospital, no se retiró, no se quejó. Su poderosa convicción de que esa misión era esencial y sólo ellas podrían hacerla, permitió que todas se mantuvieran. Permanecieron allí, en un hospital en el que la vida humana no era valorada si el enfermo no era oficial, en el que el suelo estaba cubierto de heces, sin mantas, frío, sin comida decente, viendo como amputaban piernas y brazos sin anestesia, sin sierra eléctrica y sin permiso de ayudar. Sí. Permanecieron. Obtuvieron permiso. Lo cambiaron todo. Salvaron miles de vidas.

Podríamos describir la lista de sus logros y la enumeración sería larguísima, reformo el sistema hospitalario británico, a través de sus aportes estadísticos  salvó millones de vida; creo la enfermería moderna… Pero digamos solo que estuvo seriamente enferma años y no por ello dejó de trabajar. Tuvo una fama y no por ello tuvo vanidad.  Lo tuvo todo para vivir una vida de privilegios y comodidades, eligió un hospital de condiciones aterradoras. Eligió ser un ángel en el infierno. Y luego de la guerra, eligió seguirlo siendo.

Dios me llamó por la mañana y me preguntó si haría el bien en su nombre sin buscar fama”Si Florence no hubiera sido enfermera sino política, hubiera reformado el gobierno. Si en vez de cuidar de los soldados y los pobres hubiera sido abogado, habría reformado las leyes. Si hubiera elegido la educación, hoy el sistema educativo conmemoraría su cumpleaños.

Celebremos la enfermería, que es una profesión absolutamente esencial; pero miremos como ella miraba… Lo esencial es hacer el bien y entregarse con toda el alma. Si lo hacemos Dios mismo cuida nuestra retaguardia y nuestra fuerza deja de ser la del pequeño ego y es el poder del alma humana.

 

Isabella Di Carlo

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