Hablar de bondad (lo bueno), de belleza (lo bello), y de verdad (lo verdadero), haciendo referencia a los principios ideales platónicos y antes del clasicismo griego, a los principios prevédicos y Shivaitas ( Sathyam, Shivam, Sundaram), es adentrarnos en un espacio en el que el relativismo esencial de esos conceptos crea una frontera demasiado sutil, con aquello que tiende a volverse dogmático, ideológico y militante. Y estoy hablando específicamente de la forma en que esos ideales se convierten en estandartes religiosos y políticos.
Si parto del reconocimiento humilde de mis limitaciones perceptuales, de las distorsiones cognitivas y de mis condicionamientos esenciales y me reconozco alejado por definición de esos tres pilares y me enfoco genuinamente hacia ellos, desarrollaré una capacidad de cuestionamiento constante que me permitirá reconocer los movimientos autocomplacientes y defensivos que frecuentemente generarán el riesgo de que mi supuesta percepción sea en realidad proyección.
Si mi enfoque e interés, parten del reconocimiento sistémico de interacciones y causalidades complejas, de influencias lejanas en tiempo y espacio así como de la necesidad de ir, encontrando modelos que generen progresivamente, mayor armonía, bienestar y posibilidades de desarrollo de las potencialidades intrínsecas del ser humano en pos del bienestar de la humanidad, me centro en evaluar intenciones, procesos y resultados, consciente de que en ese universo relativo y relativizante del individuo, voy completando paso a paso como persona y como humanidad, un mapa de la realidad que incluye la comprensión profunda de los mecanismos que permiten, facilitan y promueven la armonía y la evolución y me convierto en agente activo de ese movimiento evolutivo.
Entonces, aunque en el espejo de lo inmediato, la búsqueda de lo bueno, lo bello y lo verdadero desde el punto de vista del individuo tenga los riesgos mencionados, la humildad y la autoevaluación constante permitirán que ese mismo movimiento se convierta en una metodología eficaz de crecimiento personal, en una propuesta ética sistémica, abierta al diálogo, a la confrontación y a la revisión constante.
El peligro de caer en la defensa a ultranza de lo relativo en el universo del individuo, es que en realidad nos paraliza y nos aísla. El peligro de lo ideal es que nos convierte fácilmente en militantes, en fundamentalistas de causas cuyo alcance de visión está limitado por nuestro pasado condicionante, por nuestro futuro deseante y por el territorio de nuestra conveniencia, individual, tribal, inmediata.
Busquemos, entonces lo bueno, lo bello y lo verdadero desde el reconocimiento de nuestras limitaciones y la atenta consideración a nuestras contradicciones y a esos movimientos en los que nos identificamos con la búsqueda individualista y perdemos de vista el bienestar de la totalidad sistémica; de esa forma creceremos en consciencia, coherencia y seremos agentes de la humana evolución.
Sathyam, Shivam, Sundaram
Juan José Lopera
Imagen: La Escuela de Atenas en Pixabay