La Navidad es el nacimiento de un ser de luz y amor con firme voluntad de permanecer unido a Dios. Estas fechas nos ofrecen la conmemoración de ese nacimiento y mucho más, están disponibles en este momento las energías que apoyan nuestra decisión vivir en Su presencia, siguiendo Su enseñanza.

Que el simbolismo del pesebre nos ayude a reconectar con la magia del momento y que cada año se nos revelen significados nuevos.

El pesebre – representa la total sencillez y nos enseña de que la grandeza no necesita palacios, ni lujos. Contiene 5 Reinos de la Naturaleza:

La tierra – representando el Reino Mineral, que nos recuerda que muchos elementos de la tabla periódica presentes en la tierra y los seres vivos provienen de las estrellas.

El forraje y el heno – representando al Reino Vegetal, ese alquimista milagroso que convierte la luz en sustancia que nos da el pan de cada día.

El buey y el asno – la Naturaleza Animal, en el caso del asno el término etimológicamente significa “elevarse a través de la humildad, el sacrificio y perseverancia”; representa la tarea de trascender la obstinación ( el orgullo, el egoísmo y la pereza son esencialmente obstinados). El buey representa la tarea de Tauro, el ascenso del deseo generador de dependencia, a la ardiente aspiración que al buscar la proximidad a lo divino nos libera.

José y María pueden verse como el Cuarto Reino, la humanidad que puede dar a luz al Cristo interno: el alma.

Jesús niño- representa el Quinto Reino, según las escrituras sagradas (más allá de la Iglesia) Jesús nace con su cuerpo de luz formado; no nace como hijo del hombre, sino como hijo de Dios porque dado que ningún logro se pierde al comienzo de cada vida traemos todos lo alcanzado. En su caso las tres iniciaciones o expansiones de conciencia que conducen a ser “Hijo de Dios“ estaban logradas. Él había conquistado la perfecta alineación del cuerpo físico, emocional y mental con la luz, el amor y la voluntad del alma. La escena a sus 12 años en el Templo habla de una sabiduría, elocuencia y valentía muy superior a la que es posible a esa edad; nos invita a recordar que muchos seres nacen como almas viejas, sugiere a las parejas jóvenes a preparar la llegada de los hijos trabajando en su pureza y estabilidad, para que las almas viejas puedan descender.

Jesús el profeta – Kahalil Gibrán elige palabras que al alma le parecen ciertas:

“Vayamos a Jerusalén. La ciudad nos espera. Los escribas y los fariseos dicen que la tierra está sedienta de mi sangre. (…) Mis palabras serán un ejército invisible con carros y caballos, sin hacha, ni lanza venceré tanto a los sacerdotes de Jerusalén, como a los césares. No me sentaré en un trono en el que se han sentado esclavos y han gobernado a otros esclavos. Ni me revelaré contra los hijos de Italia. Pero seré una tempestad en su cielo y una canción en su alma. Y me recordarán.”

 

La Estrella de Belén – Es la conjunción planetaria de Júpiter y Saturno ambos planetas íntimamente vinculados al proceso de purificación, mejora constante y compromiso con la verdad conocido como “discipulado” o “ Sendero espiritual”. Como lucero representa al alma que desde dentro nos guía y nos permite encontrar la luz verdadera afuera, nos muestra en quien confiar, que estudiar, con quien asociarnos.

La Virgen – Virgo es la constelación que asciende por el Este en esa media noche de su nacimiento. Virgo provee las energías que nos instan a cultivar la pureza, representa concretamente la pureza del que nace y la pureza exquisita de María gracias a la cual un alma tan sublime puede llegar. Recuperar el verdadero significado dejando de reducir “virginidad” a ausencia de genitalidad en la concepción, nos permite sentir que la sexualidad vivida con amor no es una mancha y nos permite cultivar emociones y mentes vírgenes para que en nuestra personalidad transparente, el principio Crístico pueda un día nacer.

José – Etimológicamente su nombre significa «el que agrega», él era un constructor, un carpintero, el que asienta una viga sobre otra. Es el símbolo del aspecto constructivo-creador de Dios-Padre, representa la laboriosidad constante y humilde, necesaria para el lo gro de todo aquello que tiene valor.

Los tres Reyes de Oriente representan la Voluntad, el Amor y la Luz ( Sabiduría), las tres potestades del alma humana; los tres principios que se invocan cuando se pronuncia la Gran Invocación, Mantra pronunciado por personas religiosas y no religiosas en todo el planeta, destinado a hacer descender las fuerzas que ayudan a la elevación de la humanidad. En verdad dicen las escrituras que un Señor de Voluntad, un Señor de Amor y uno de Sabiduría visitaron a aquel que había nacido para dar ejemplo vivo del Amor. Los grandes seres trabajan unidos.

Que podamos nacer a nueva luz, nuevo amor y nueva firmeza en nuestra voluntad de permanecer unidos a Dios, es la petición que elevan al cielo todos los seres de buena voluntad. La elevan por ti y por mí, recíprocamente la elevamos por ellos. Que esa petición impregne todo villancico y concierto navideño, cada vela encendida en el hogar y cada reencuentro familiar. Feliz Navidad.

 

Isabella Di Carlo