Hace tiempo, en la Escuela Internacional de Yoga, comenzamos a usar el slogan: otro yoga es posible.

Ha sido una de las formas con la que hemos querido dar respuesta a todo ese Yoga que nos impone un ritmo y una exigencia que vienen a sumarse al agotamiento y al estrés que la mayoría padecemos. Una forma de contestar, en nuestro pequeño mundo, al ruido ensordecedor de los medios, de las redes mal llamadas sociales, del marketing de guerrilla y del consumismo exacerbado que luce nuestra cultura del bienestar. También ese Yoga que sabemos reconocer como el gran Yoga o el verdadero Yoga, convive hoy día con todo este movimiento actual e inevitable. Aunque no deja de sorprendernos, creemos que otro Yoga es posible, uno capaz de incluir lo no entendido, pero también capaz de preservar algunos de sus fundamentos más importantes e incorporados a las vidas de muchos/as para dar un sentido trascendente a la propia existencia.

Creo que el Yoga, como cultura universal o como camino de autorrealización, nos pertenece a todos los seres humanos. Los contextos, las sociedades, los medios, nunca son lo esencial. En este sentido, el Yoga tiene que evolucionar, cambiar, transformar incluso sus herramientas, que sirvieron en ciertas épocas pero que ahora no se acomodan a las necesidades o inquietudes que tenemos en la actualidad.

Cuando decimos que OTRO YOGA ES POSIBLE, estamos expresando cierto desacuerdo con asociar un Yoga evolutivo o un Yoga en Evolución con la vorágine a la que nos someten toda esta propuesta narcisista que se exhibe buscando likes, o estos yogas de la exigencia que enfrenta retos físicos inaccesibles para la mayoría o retos sociales que estresan y agotan a la mente humana. Cuando hablamos del Yoga en Evolución nos referimos a un Yoga abierto e inclusivo que no pierde el respeto o la sensibilidad pero que nos impulsa a favorecer nuevas perspectivas.

Otro Yoga es posible justo porque se evoluciona, justo porque hay mucho que cambiar por dentro, justo porque en esta época en la que vivimos, necesitamos acrecentar la presencia creativa de lo femenino o necesitamos dar consistencia y generar una mirada integradora de la tradición o justo porque se hace necesaria una síntesis crítica y a la vez comprensiva del legado recibido. Sobre todo porque es vital que renovemos nuestra relación con eso que llamamos lo sagrado o lo profundo de nuestra existencia para poder vivir el Yoga desde lo humano y esto sí supondría cultivar una presencia genuina y plena para un Yoga en Evolución; un yoga que vive en el corazón y se despliega en lo cotidiano, en el mundo de las formas, entre los problemas y el dolor que nos trae la vida.

En realidad, es el Yoga que representamos en los altares, en los símbolos que nos acompañan, en las relaciones y los pensamientos que nos atormentan y nos revelan como seres humanos.

Es también el Yoga que vive en las dificultades, en la timidez y en el no saber. Es aquel que nos acerca a los demás y nos lleva a compartir aquello que creemos que puede hacer el bien o servir de alguna forma a los que nos rodean. Esta vivencia del acompañamiento consciente, es el Yoga que despliega lo humano en su hermosa evolución como camino de servicio.

Es al mismo tiempo el anhelo profundo de vivir en armonía, una armonía que solo es posible en el acto de dar y recibir, las dos caras del Todo. Así, la armonía o el equilibrio que nacen de esta fuente de lo separado, de la fragmentación real que vivimos en nuestro día a día, del sufrimiento constante y de las injusticias, del agotamiento y la necesidad de ser atendidos/as y amados/as. La vivencia de Unidad, del Yoga, del Todo, no podría venir de ninguna otra fuente nada más que de nuestras vidas salvajemente humanas.

Es esta actitud de ofrecer nuestra presencia a la vida lo que hace que cualquier situación humana sea sagrada. Es todo lo mundano plenamente conectado con la esencia, lo que nos entrega sin más a la vivencia del Todo.

Otro Yoga es posible, el yoga que se despliega en lo humano a través de:

 

  • La sensibilidad. Práctica que se acomoda a mi momento… que atiende a lo que yo soy, que me acoge con sutileza…
  • El respeto al cuerpo. Acompañar al alumnado allí donde está no donde yo quiero que esté o llegue…
  • La conciencia sobre nosotros/as mismos/as. El silencio… la parada…
  • La respiración consciente. El puente que une (no separa!) lo de dentro y lo de fuera, el cuerpo y el alma, el mundo interior y la humanidad que se abre paso en nuestro corazón y en el de todos/as.
  • La precisión. La práctica que me regala una manera de hacer que se acomoda a mí con comprensión. La técnica al servicio de la conciencia y no al contrario.
  • La escucha. Despertar la inteligencia del tercer oído, ese que nos habla de nosotros/as mismos/as…
  • La vivencia de lo dinámico dentro de lo estático. Huir de la rigidez, de los excesos, de los extremos… poder transmitirlo a los demás cuando ajustamos una postura…
  • La vivencia de lo femenino y lo masculino como fuente de equilibrio. Un equilibrio basado en la voluntad y la creatividad, el entrenamiento del control y la conciencia sensorial, equilibrio para mirar hacia dentro mientras podemos reconocernos en lo cotidiano y en el mundo, equilibrio entre la exigencia y la bondad con nuestros cuerpos.

Cuando nos unimos para celebrar el Yoga o para aunar nuestra forma de vivir el Yoga, estamos cultivando siempre una forma profunda de sostenernos en comunidad. La comunidad de Yoga, la sangha que celebra y comparte, es sin duda una manifestación de la evolución en la que participamos. Namasté.

Por Mayte Criado

Fundadora de la
ESCUELA INTERNACIONAL DE YOGA

www.escueladeyoga.com

NOTA: La conferencia «Yoga en evolución» de Mayte Criado formó parte del 1º Festival de Yoga para Construir Un Mundo Mejor, a la cual se puede acceder haciendo click aquí